domingo, 4 de febrero de 2007

Hanson y Greta

En el claro de un bosque espeso, había una casa en la que vivían: un leñador, su mujer y sus dos hijos, Hanson y Greta. Los niños, de 12 años ambos, eran de lo mejorcito, los hijos eran unos vagos. Vivían juntos y se llevaban como cualquier familia normal, la madre se tira al cartero y el butanero, el padre un borracho empedernido y los dos hermanos como el perro y el gato, hasta que un buen día, el padre, que no tenía alcohol, quedó sobrio y presenciando una de las habituales peleas de los chiquillos dijo: -Me cago en la puta, los 2 fuera de casa.

A la mañana siguiente se levantaron temprano y el padre los llevó por el denso bosque con la idea de perderlos, pero Hanson, que era muy listo fué tirando trocitos de pan por el bosque para poder volver a casa cuando se hiciera de noche, pero cuando se giró vió al guardabosques que estaba poniéndole una multa por ensuciar el bosque, cuando el guardabosques se fué y después de pagar la multa, el padre le dió una manta de hostias por gracioso, le dió palos hasta en el carné de identidad. -Has visto subnormal, por tu culpa acabo de quedarme sin los pocos ahorros que tenía para sobrevivir, dijo el padre.

Siguieron andando unos cuantos metros más hasta que el padre dijo: -Quedaros aquí hijos, que voy a cambiarle el agüa al canario. Greta, que era muy lista dijo: -¿Qué? -Voy a mear. -¿Eh? -¡¡¡Tengo el meao en la punta!!! -¡Aaaah! papi, haber empezado por ahí. -Diós mío, ¿que pecado he cometido para tanta penitencia?, es más tonta que llamarle a un burro Gervasio.
Cuando el buen hombre volvió de mear se encontró que los gilipollas de sus hijos no estaban allí donde les dejó, pero en su lugar encontró una nota en un árbol enganchada con celo (porque en esta historia no le hacen daño al medio natural que les envuelve, salvo las 4 hectáreas de bosque que se quemaron en el cuento de los 7 enanitos, pero esa es otra historia), en la nota ponía: Papá, esto es muy aburrido, no hemos desayunado y tenemos hambre, nos vamos a casa.

Al padre le hizo mucha ilusión que le hubieran dejado una nota y dijo: -¡Me cago en la madre que los parió!, ¡hijos de puta!, Cabrones, desgraciados, etc...

Una mujer mayor que pasaba por allí, al sentirle rezar en hebreo se acercó a preguntarle que le pasaba, el hombre le contó lo ocurrido y le explicó que no sabía regresar a casa. La mujer le preguntó si sus hijos iban a la escuela, y el hombre le dijo: -Siii... Hanson es más vago que la chaqueta de un guardia, y Greta sólo sirve para estar tumbada y escuchar música. Tardó la vieja en decidir quedarse con el padre, total ya estava gordo, no tenía que cebarlo. De camino a casa de la vieja, el hombre le preguntó que a que se dedicaba, y la mujer le dijo que un día le tocó la lotería y desde entonces no pega golpe, el hombre pensó, ¡coño! esta tia tiene pasta.

Caminando caminando llegaron a la casa de la vieja, era una mansión construida con tabletas de chocolate y adornada con chucherías, el hombre pensó: Mira en que se gasta las pelas la puta vieja, esta casa va a durar menos..., la mujer tiene menos inteligencia también, la pobre está senil. Y es que el hombre tenía razón ¿a quién se le ocurre hacer una casa de chocolate?, si hace mucha calor se derrite, y si llueve se derrite, así que... en fin, el mundo está lleno de gente rara. Volviendo al cuento, entraron en la casa y por dentro era igual que por fuera, con caramelos y chocolate por todas partes, los muebles, las figuritas del jardín perfectamente talladas que parecían personas aterradas, hasta las chucherias eran de chuchería, todo menos el horno, un horno negro con más mierda que el rabo de un oso, posiblemente cuando lo compró era de otro color. -¿Por qué no lo limpia, abuela? Dijo el hombre, y la mujer respondió: -Así le da sabor. La mujer cogió un metro y empezó a medir al hombre, puesto que el horno no era muy grande. El hombre, que no hera tonto y de seguida se dió cuenta de lo que tramaba la amable abuelita le dijo: -No se moleste usted buena señora, me apaño bien con estos pantalones. La mujer esbozó una sonrisa y le pidió amablemente, escopeta en mano, que se introdujera en el horno, el hombre, que era un poco corto no acertaba a meterse, la vieja cada vez se cabreaba más, hasta que le dijo: -¡Mira inutil, que eres más inutil y no naces, se hace así!

La mujer introdujo la cabeza y el hombre se remangó y le pegó tal patada en el culo que le dejó dentro la zapatilla, la vieja, que por cierto es la bruja mala del cuento, se introdujo por completo en el horno y al instante murió, y la ridicula casa de chucherías se convirtió en un palácio, las figuras de caramelo del jardín se convirtieron en gnomos de jardín y el hombre pasó a heredar toda la fortuna de la malvada bruja, contento, al hombre ahora se le puede ver por las noches de Ibiza de fiesta en fiesta y buscando al cabrón que le rompió la mochila repitiendo una y otra vez: ¡Ese Pocho, ese Pocho, eh, eh!


•Cualquier parecido con esta história es pura casualidad.
•Si después de leerla tiene dolor de cabeza, consulte a su farmacéutico.
•No abuse de los fármacos ni los utilice indebidamente si no quiere acabar como yo.

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